En la Capilla San Jerónimo del asentamiento
castigado por la violencia y el narco, el Santo
Padre ofreció una oración. Una multitud lo aclamó en las calles.
Video y galería
Crédito foto: AFP
El pontífice visita la pequeña favela de Varginha, uno de los muchos barrios pobres de Río. Miles de sus moradores y los de comunidades cercanas vivían un día de fiesta con cantos y oraciones en las calles encharcadas por las lluvias.
Al llegar a la barriada, el Papa recibió una guirnalda hecha con papel de varios colores, mientras un grupo de niños se le abalanzaron para abrazarlo y besarlo. Francisco se dejaba y sonreía.
La pequeña comunidad, en el norte de Rio de Janeiro, se vio inundada de fieles y agentes de seguridad ataviados con impermeables y sombrillas que recibieron al jefe de la Iglesia católica.
Desde temprano, policías y voluntarios de la Jornada Mundial de la Juventud se apostaron a ambos lados de la calle central de Varginha, alineada de casas y comercios, para resguardar al papa en su recorrido por la comunidad.
Ofreció una pequeña oración en la Capilla San Jerónimo, quien es el patrono de los niños y los jóvenes desamparados.
El Pontífice se reunirá con los pobladores de la Favela en la cancha de fútbol de la comunidad. Estarán al menos 200 escolares que cargan globos de colores azul y blanco y banderas verdes y blancas, como la de Brasil.
En su camino hacia la favela, el auto del papa se detuvo en al menos tres ocasiones para cargar y besar a bebes, mientras fieles corrían al lado del vehículo papal, una camioneta Mercedes Benz alto y con un pequeño techo transparente.
La seguridad era intensa y un corredor de motorizados escoltaban al santo padre a lado y lado de su auto.
Francisco tranquilo saludaba a uno y otro lado de la vía, besando y bendiciendo a infinidad de pequeños que sus escoltas le pasaban.
En la favela había una fuerte presencia de policías. Helicópteros sobrevolaban la zona mientras francotiradores estaban apostados en techos de edificios cercanos.
Ésta no es una realidad nueva para el papa, quien, como arzobispo de Buenos Aires, dedicó mucho de su tiempo y energía a recorrer las periferias de la capital argentina: el entonces cardenal Jorge Bergoglio enviaba siempre a los mejores sacerdotes a los vecindarios más pobres y con ellos organizó una pastoral villera que se destacó y se destaca aún por su lucha para sacar a los jóvenes de la droga.
"Cuando venga a mi casa, besaré los pies del papa Francisco”, decía emocionada Amara Marinha, de 82 años, una de las vecinas cuyo humilde hogar fue elegido para la visita papal, en este barrio muy golpeado por la criminalidad, al punto que algunos lo llamaban“franja de Gaza”. Por lo menos, así era, hasta enero de este año, cuando las autoridades lo incluyeron en su programa de pacificación.
Antes de viajar a Lampedusa, la isla italiana que alberga a miles de inmigrantes norafricanos que huyen de la violencia y la miseria, el Papa había exhortado a los católicos a ir a “las periferias geográficas y existenciales del mundo”.
Y si una realidad simboliza esas periferias es, sin dudas, la que representan las favelas o villas miserias que jalonan todas las grandes ciudades latinoamericanas, evidenciando que, pese al crecimiento económico de estos años, la Justicia social es todavía una deuda.
Sem comentários:
Enviar um comentário